El coral no es un mineral, es carbonato de calcio, magnesio y materia orgánica. Es el esqueleto de colonias de invertebrados marinos que se endurece cuando recibe la luz del sol y el aire. La estructura del coral es blanca, los diferentes colores, se deben a los diferentes pigmentos de sus tejidos y a las microalgas que viven en simbiosis con él. Existe coral rojo, rosado, blanco, negro, azul y amarillo.
El coral ha sido apreciado desde la antigüedad por diversas culturas; se han encontrado adornos de coral en tumbas del Neolítico. Los árabes lo consideran un poderoso talismán. En el Imperio Romano también era utilizado de protección, sobre todo para los niños pequeños. Los griegos creían que los protegía contra las tinieblas, lo colocaban en los niños para protegerlos de muerte prematura en la noche. En la India y la Edad Media utilizaban el coral molido para recuperar la vitalidad y como afrodisíaco.
Su vibración es de consuelo y potencia las propiedades de los minerales rosados relacionados con el chakra del corazón. Conecta con nuestro ser en profundidad, algunos sanadores lo usan para atraer los traumas del pasado desde el inconsciente, ayudando a resolver los conflictos internos capacitándonos para enfrentar situaciones difíciles, dándonos entendimiento y crecimiento interno.
Se relaciona también con el primer chakra, por lo tanto simboliza la vitalidad, la alegría, es antidepresiva y animadora, ofreciendo su ayuda para impulsarnos ayudándonos contra el pesimismo dinamizándonos.
Es un amuleto de protección de energías negativas, alejando las envidias y los celos de los demás. Es muy utilizado contra “el mal de ojo”, disipa los miedos y el nerviosismo.
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